lunes, 2 de junio de 2008

EL RECURSO NECESARIO PARA LA VIDA SE ACABA


En los casos en que el agua es escasa, por lo general se nota que la estrategia de los diferentes sistemas de suministro es buscar fuentes alternativas. La introducción de las prácticas eficientes en el uso del agua sólo se empezó a ver como una forma de garantizar el recurso hídrico en los años setenta. Esto se manifestó como tal en el ámbito urbano, cuando grandes sequías azotaron el suroeste de los Estados Unidos. De igual forma, cada vez más países aplican esta estrategia de manera progresiva en el sector pecuario y en el de prestación de servicios. En un principio estas acciones fueron programas emergentes, pero su eficiencia y la escasez de agua los han convertido en programas clave de mediano y largo plazos.

El incremento del uso de agua plantea la necesidad de buscar mecanismos para integrar el uso eficiente en los programas y proyectos, considerando el rol del agua como un bien ambiental, social y económico, y los derechos de los grupos más necesitados y vulnerables. Cada vez, el agua adquiere mayor importancia porque es un recurso limitado y no siempre disponible en el lugar en que se requiere. En el futuro la demanda crecerá a medida que la población aumente y a causa de la expansión económica. Al mismo tiempo los recursos de agua permanecerán estables en términos de la cantidad disponible, pero decrecerá la cantidad que se puede usar debido al deterioro de la calidad causada por la contaminación. Además, en ciertos períodos del año la disponibilidad de agua se reduce debido al deterioro de las cuencas hidrográficas, producto de la erosión. En este sentido se presentan los múltiples beneficios que se pueden lograr al reconocer el uso eficiente del agua como una estrategia de planificación del recurso a largo plazo. El uso eficiente del agua implica, entonces, cambiar la manera tradicional de afrontar el incremento de la demanda de recursos, de “predecir y abastecer” hacia una gestión estratégica e integral de la demanda de agua. Esto implica modificar las prácticas y comportamientos de los diferentes usuarios del agua, para maximizar el uso de la infraestructura existente, de tal manera que se puedan aplazar grandes inversiones en el sector y se pueda aumentar la cobertura hacia sectores necesitados y vulnerables de cara a las Metas de Desarrollo del Milenio.